Epitafio es una serie de registros experimentales que consisten en el estudio de las condiciones de posibilidad para una inscripción sonora del silencio, allí donde lo inaudible parece no dar tregua.
Epitafio-Ballenera de Quintay, fue una sesión de experimentación alrededor de un sonido situado bajo el concreto del suelo de la ballenera, situada sobre una especie de rampa sobre el mar ubiqué este sonido y en él un micrófono; grabé y articulé con ello un procesamiento electroacústico de aquel sonido. El procesamiento se realizó simultáneamente al registro e in situ para experimentar con el sentido de una escucha que escapa a una relectura en un tiempo discontinuo.
En Epitafio-Tierra del Fuego, realizamos junto a Cristián López, Sebastián Tapia y Juan Castillo, una serie de registros que debió estar siempre en línea con una infranqueable contingencia, no hablo de aquella que designaría un actuar, sino yo diría la contingencia de fuerzas elementales frente a las cuales parece sólo existir diferencia y en ella in-determinación. Pues bien, en Tierra del Fuego, el viento tiene una categoría de presencia insoslayable y lo pudimos constatar allí, el viento es el paisaje.
El viento, por otro lado, y cabe hacer la mención, es una suerte de negativo del sonido más puramente concebido, para ello, se desarrollan una serie de dispositivos que tienen la función de proteger el micrófono de eventuales pérdidas, saturaciones o daños del micro. Pues bien, en Tierra del Fuego, nos hicimos de esa falla, que no es sino la de nuestra propias facultades protésicas y de esa saturación del sentido surge, en definitiva, este fragmento.
Inutilidad de los dispositivos, pues, que marca el itinerario de este Epitafio en Tierra del fuego; el motivo del viento como un devenir insoslayable que se escucha como un allí afuera sin más, que se filtra por donde no debe, y sólo entonces declarando su inaudible presencia.
Presencia sin más, de una cruda desolación, nuevamente, como en la ballenera de Quintay, somos ciudadanos de una cruda disolución.
Este viento fueguino, en su amplitud absoluta, desmiente toda presencia y señala, ante todo, al ruido como canto posible.